Hm... son las cinco y veinte de la mañana, y ya estoy en casa. Hoy no he salido mucho, no había nada que hacer, pero nos hemos comido alguna pastilla y un poco de MDMA, y cosa rara, sin speed. Así que vengo caliente pero suave como unos huevos recién afeitados.
Me apetece hacerme una paja larga, notar como mi polla va creciendo lentamente entre mis manos, notar las venas hincharse y mis buenos cojones, grandes como pelotas de fútbol, endurecerse y pegarse al cuerpo. Me encanta la sensación de golpearme con la mano las pelotas mientras bajo y subo por mi polla, se me ponen tan hinchados y tan duros que casi se me comen media polla y tengo que bajar con fuerza. Me los cojo con la mano y los sobo a conciencia, creándome esa frontera entre el dolor y el placer. Tener un buen rabo y que escupa leche como una bendita mola, pero los huevos... a todos nos gusta cojérnoslos, sentir la mano llena de pelotas. Y me encantan los huevos gordos, redondos y prietos. Siempre. Mirad este video, joder. Es quizá mi video favorito, llevo años corriéndome con este video... unas pelotas enormes pero enormes de verdad, unos cojonazos que no le deben caber en ningún pantalón y, como corresponde a semejante tamaño de huevos, una descarga de leche que es una fuente de lefa. Si pillara a este tío me ponía a tragar y tragar semen hasta que me saliera por el culo. Creo que no iba a hacer falta que me alimentara de nada más...
Me apetece hacerme una paja larga, notar como mi polla va creciendo lentamente entre mis manos, notar las venas hincharse y mis buenos cojones, grandes como pelotas de fútbol, endurecerse y pegarse al cuerpo. Me encanta la sensación de golpearme con la mano las pelotas mientras bajo y subo por mi polla, se me ponen tan hinchados y tan duros que casi se me comen media polla y tengo que bajar con fuerza. Me los cojo con la mano y los sobo a conciencia, creándome esa frontera entre el dolor y el placer. Tener un buen rabo y que escupa leche como una bendita mola, pero los huevos... a todos nos gusta cojérnoslos, sentir la mano llena de pelotas. Y me encantan los huevos gordos, redondos y prietos. Siempre. Mirad este video, joder. Es quizá mi video favorito, llevo años corriéndome con este video... unas pelotas enormes pero enormes de verdad, unos cojonazos que no le deben caber en ningún pantalón y, como corresponde a semejante tamaño de huevos, una descarga de leche que es una fuente de lefa. Si pillara a este tío me ponía a tragar y tragar semen hasta que me saliera por el culo. Creo que no iba a hacer falta que me alimentara de nada más...
Bueno, el post de hoy iba dedicado a Jota. Jota, espero que estés leyendo esto con el rabo en la mano, dándote gusto a base de bien... me he hecho esta semana tres pajas con tu relato, me ha encantado, y te pido de rodillas y la boca bien abierta que me dejes en los comentarios un correo de google para que te pueda hacer colaborador. Quiero (queremos) saber cómo es tu polla, cómo te la machacas, quiero ver fotos de tu rabo y que hagas lo que quieras. Quiero que escribas un post que me reviente la polla de gusto.
Para que todo el mundo vaya abriendo boca, copio y pego el relato en cuestión. Jota dejó el enlace en los comentarios, y yo con su permiso lo pongo aquí. Espero que los lechazos lleguen hasta tí, colega, porque creo que me la voy a cascar otra vez leyendote.
Se titula, cómo no, "Leche Condensada", por Jota:
Hola; mi nombre es Constantino, pero todo el mundo me conoce
como Tinín. El típico mote cariñoso que a uno le ponen sus padre de pequeñín, y
con el que se queda toda la vida. Tengo 45 años, casado y con dos hijos, dos
chavales de 18 y 22 años. ¿Mi matrimonio? Bueno, pues lo típico: la pasión
inical desaparecida, y una relación más bien basada en la complicidad y el
cariño mutuo. Soy administrativo de una sucursal de uno más de los bancos de
este país.
La verdad... yo qué sé si soy bi, hetero...no importa
demasiado. Sin embargo, sí sé que soy fetichista. Lo he sido desde que tengo uso
de razón. Y, bueno... no soy fetichista de zapatos de tacón, o braguitas de
encaje, o pies.... No. Soy fetichista en relación a los calzoncillos. Unos slips
de algodón, de mercadillo, de los que me compra mi mujer... me ponen burro sólo
verlos, recién comprados. Me gusta sentir la polla y los huevos en la tela,
marcar paquete. pero, y esto es lo bueno...todo esto se multiplica por mil si es
otro tío el que lleva ese tipo de calzoncillos. No he tenido nunca una relación
gay, digamos, "seria", pero, claro, poniéndome como una moto con este tema,
anécdotas si ha habido. Y muchas.
De adolescente, ya tenía más que claro este tema, y en muchas
de mis pajas usaba las imágenes de mis compañeros de instituto cambiándose en
gimnasia, en la piscina... Más de una vez, había fantaseado con la idea de
pillar unos de esos gayumbos: tocarlos, palparlos...olerlos...fiuuuuu.... pero
nunca hice nada, en aquellos años. Je, que poco sabía entonces que la
oportunidad se me iba a presentar en mi propia casa.
Vivía con mis padres. No éramos más de familia, soy hijo
único. Mi madre era una madre más: preocupada por la casa, por atender a su hijo
y a su marido. Una buena mujer. Al igual que mi padre: había trabajado siempre
en la construcción, con lo que estaba, a pesar de parecer algo fondón ya en
aquellos años, fortachón. Algo de barriguita, pero unos brazos fuertes, y unas
piernas también gruesas y fuertes, debido al fútbol-sala que practicaba con
regularidad. En fin, éramos una familia común.
Un domingo me encontré solo en casa; mis padres habían ido a
visitar a unos familiares, y tenía todo el día para mí. No sé si fue el comienzo
del verano, o casualidad, pero ese día, ya solo en casa, me levanté cachondo
perdido. No tenía planes especiales; desayuné, bajé a dar una vuelta por el
barrio... A mediodía, comiendo en casa la comida que mi madre había dejado
preparada, seguía caliente como una moto. En el comedor, con la tele puesta, y
yo en camiseta y con los calzoncillos formando una buena tienda de campaña.
Recogí los platos, fregué, y me fui para la habitación, dispuesto a cascarme un
buen pajote. En aquellos tiempos no había internet, pero sí revistas guarras
como el LIB, por ejemplo. Y yo (no me preguntéis cómo las había conseguido, ya
sabéis cómo son los institutos y las hormonas a esas edades) guardaba un par en
el fondo de un armario. Estaban echas polvo, pobres, de corridas que me había
pegado y había salpicado las páginas, o directamente las había mojado de leche.
En algunos casos, no se podían ni abrir... En fin, ahí me tenéis, a las cuatro
de la tarde, dándole al rabo, súpercachondo sabiéndome solito en casa. Eso me
ponía más cachondo, y me levanté de la cama, sin dejar de pelármela, y dí una
vuelta por casa. El estar cascándomela en la cocina, o en el cuarto de mis
padres, ¡guauuuu! me ponía como a un toro. Pasé por la galería, donde estaba la
lavadora, etc... Y el cesto de la ropa sucia. Y, de pronto, me quedé
petrificado: la última prenda que habíamos echado al cesto eran unos
calzoncillos. Y no eran míos.
No lo pude evitar, la polla me pegó un bote. Ahí seguía, de
pies, agarrándome el rabo, quieto, contemplando unos calzoncillos de mi padre en
el cesto. Usados. ¡Joooder....! La situación me acabó de calentar. Y, ya sabemos
lo que pasa con la calentura: perdí los papeles. Sin cortarme ni pensar en las
implicaciones de lo que estaba haciendo, agarré los slips. Talla media, azules,
de algodón. No parecían especialmente sucios. Los desplegué bien....Uf, la parte
delantera estaba totalmente dada de sí."Ostias", pensé, "parece que hayan estado
soportando un peso de cojones". Ja, ja... y exactamente eso era lo que habían
estado aguantando. Me los puse: con mi rabo duro, ¡aún me venían grandes, en la
zona donde reposan las pelotas y la polla! Joder... mi padre debía tener unas
medidas de caballo... Me los quité, rápidamente, porque si no me iba a correr
ya. Los acerqué a la cara, por esa misma parte de la huevera...¡qué olor! A
macho... a cojonazos, a polla, a meado... Me volví loco, los apreté contra la
nariz para sentir bien ese aroma a tío. No paraba de cascármela, ahora sí, a
toda velocidad, gimiendo como un cerdo, con los gayumbos de mi padre en la cara.
En un último olfateo profundo, no pude más: me corrí, berreando, como una
fuente... Cuando me recuperé, aún tenía los calzoncillos en la cara. Los volví a
dejar en la cesta, y me fuí, cansado, turbado, a hacer la siesta.
Ese verano fue la leche, literalmente. En cuanto podía,
repetía la operación, si no estaban mis padres o dormían. Me volvía loco el olor
de los gayumbos de mi padre, y esa sensación de estar más holgados de lo
normal... Cuando, en pleno agosto, mi madre tuvo que irse unos días a cuidar a
un familiar con una pierna rota, la cosa se desmadró. Por respeto a mi madre,
Paco, mi padre, en casa iba con camiseta y unos pantalones cortos hasta las
rodillas, holgados. Pero ahora nos quedábamos los dos hombres de la familia.
- Tinín, hijo-, recuerdo que me dijo ese primer día,-
aprovecho que no estará tu madre estos días, y no me visto para estar por casa,
que el calor está apretando este año...
-De acuerdo, papá, ningún problema- contesté yo, nervioso
perdido, creo que siendo consciente de lo que para mí iba a ser aquello. Y lo
fue.
La situación era esta: cinco de la tarde, mi padre y yo medio
viendo la tele, medio haciendo la siesta. En el sofá, y él en calzoncillos (yo
no podía, por miedo a que una trempera me delatase, así que seguía llevando
pantalones más largos). Joooooder....no podía apartar la vista de su paquete.
Ahora entendía lo de la deformación de los gayumbos que había ido
pillando:¡menudo paquete que marcaba el tío! Con dos manos, no abarcabas todo el
bulto... La verdad, no atinaba a discernir si era un pedazo de pollón, o un
pedazo de huevos, o las dos cosas. El caso es que me pasaba el día malo. Cuando
salía del lavabo, de mear, se veía una mancha en la tela, que crecía un poco
más, en la parte dónde reposaba la puntita del capullo...¡Dios, me volvía loco!
¡Esos gayumbos que estaba empapando, eran los que probablemente yo iba a pillar
esa misma noche!
Una de esas noches, estando yo cachondo, esperé a que mi
padre se retirase a dormir, para pillar unos. Calculé en el comedor una media
hora, a que el hombre cogiera el sueño, para pasar por la galería. Dicho y
hecho; hacia allí iba yo cuando, al pasar al lado de la puerta del cuarto de mis
padres, escuché unos gemidos. Paré un momento, escuchando, y ahora los oía con
claridad, mi padre gemía como si le faltase el aire. Igual fui ingenuo, pero
entré de golpe, pensando que le pasaba algo (la verdad, me asusté; mi padre
pasaba de los 45, hacía unos años que llevaba una vida sedentaria, y nunca se
sabe). Así que, sin llamar ni nada, abrí la puerta de golpe.
-¡Pa-pá...!¡Ostias, p-p-perdona...!-exclamé.
-¡Hijo mío!¡no, tranquilo, tranquilo...!-exclamó mi padre,
intentando tranquilizarme. Mientras se tapaba como podía con el gayumbo.
Y es que, lo que mi padre estaba haciendo, como ya
supondréis, era cascárse la polla con todo el gusto del mundo. ¡Jooder...lo
primero que ví fue a él, sentado en el borde de la cama, de cara a la puerta,
pelándose un rabazo descomunal! Le había pillado, con la luz encendida, los
gayumbos por las rodillas... ¡y pelándosela a dos manos! Bueno... sí que era el
rabazo, sí, lo que hacía bulto. ¡El rabazo y los cojones!¡Dios.... fue un
segundo, pero ví cómo rebotaban un par de pelotas en la base del rabo que
parecían dos manzanas!
Seguía clavado en la puerta, y mi padre, que se había subido
los slips, hablaba:
-¡Tinín! ¡Perdona, hijo...! Verás, tu madre lleva fuera
varios días, y uno es un hombre...y...bueno, seguro que tú como hombre me
entiendes...-balbuceaba, rojo como un tomate.
-Sí...sí...-musitaba yo. No oía nada: sólo veía que mi padre
intentaba meter todo en el gayumbo, y no podía: huevos, polla...Si de normal ya
le debería costar, ahora era imposible. Por fin había metido el rabo, a presión,
pero mitad de los cojones le colgaban en la cama...¡Uf, se veían llenitos de
leche! Y el rabo formaba tal tienda de campaña, que parecía que iba a desgarrar
el slip.
-Papá...-empecé, -no te preocupes... de verdad, te
entiendo....
-¡Gracias!¡Gracias hijo! ¡Cómo has crecido, qué maduro se te
ve...!-contestaba, el pobre hombre, aún con el rabo duro. No podía apatar la
vista del bultazo en la tela: además, la polla estaba babeando, porque se estaba
formando una mancha donde apretaba la punta de la pollaza...¡Uf! No sé cómo,
pero fuí rápido:
-Papá...sólo una cosa...
-Dime, dime hijo.
-Eh... ten cuidado con la eyaculación, de no...ejem, manchar
nada.... Yo, para no correr riesgos, acabo en los gayumbos...
-Va-vale...-tartamudeó mi padre, avergonzado.- Gracias, Tinín;
realmente, te has hecho un hombre...
-Nada, papá, no te preocupes... Me voy, tú tranquilo.
Me fuí. ¡Había picado! No me fuí muy lejos, y me quedé en el
pasillo, escuchando cómo gemía el tío... Uf, lástima no verlo, pero es que
aquello ya era demasiado... En unos minutos, empezó a gemir con más intensidad,
como un animal, hasta que pegó un berrido sordo. "Se ha corrido...¡se ha
corrido!" pensé. Yo no podía más, tenía la polla a reventar desde que le había
visto cascándosela. Se calmó; fui corriendo a mi habitación, y esperé a que todo
estuviese en silencio. Bastaron unos minutos. Con cautela, alcancé la galería.
¡Y allí estaban, echos un ovillo! ¡Los gayumbos corridos de mi padre! Los
agarré, con fuerza.¡Guaaaaauuuuu...! ¡Escurrían leche, literalmente! la mano se
me pringó entera, y caía un hilo más grueso que delgado, hacia el suelo.¡Y el
calor....! Me desenfundé la polla, y le metí caña. Me iba a correr ya. No pude
más, como siempre, me los acerqué a la cara....¡Coño, cómo olían ya a
centímetros.....! Estaba embarrados de lefa, embarrados de verdad. Parte de
leche me resbalaba por la mano hacia el antebrazo... ¡Cómo se había corrido! Y
yo, venga a pajearme, a lo bestia.... Nunca había estado más salido, ni lo
estuve después. Y, en vez de seguir tocándolos y acercarlos poco a poco, no pude
más, y me los pegué en toda la cara de un solo golpe, cómo si me diese yo mismo
una hostia. ¡Ahhhh!¡Jooodeeeeerrrr!! Nada más sentir el impacto de la huevera
empapada en toda la carita, empecé a lanzar trallazos de leche. ¡No hacía flata
ni que me la menease! Me sentía un guarro de verdad, con toda la cara mojada,
retorciéndome los gayumbos por ella, exprimiendo semen... En el delirio de la
corrida, saqué la lengua, lamiendo aquella tela de algodón embarrada en esperma
de mi padre, del polludo de mi padre...Uf.....
Me temblaban las piernas... Como pude, sin hacer ruidos,
volví a mi habitación. Debía dormir, estaba reventado. "Tinín, Tinín", pensé,
"no te queda leche por ver, chaval". Y, aún con la polla levantándose, dormí,
rendido.
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