viernes, 6 de abril de 2012

Tragar por el culo.

Ay... mi culito. Es pequeño y peludete, pero eso para mí es lo de menos. Si este post lo comienzo suspirando con ese "ay... mi culito" no es por su forma, sino por su fondo. Concretamente, la falta de él. Y es que disfruto de mi culo como un enano, de lo tragón que es, de la capacidad que tiene el pequeño para endiñarse las cosas más peregrinas. Me encanta penetrármelo, dilatarlo, sobarlo, acariciarlo... me encanta correrme por el culo, notar los músculos de dentro apretando rítmicamente lo que sea que esté metido en ese momento en él, la sensación de que me voy a cagar de gusto, tenerlo bien abierto y aún así querer que se abra más y más...

Es algo que me empezó de pequeño y que, curiosamente, explotaba más antes de descubrir que me gustaban los tíos y empezar a ser follado. Hoy en día, y aunque todos los días me masturbo la polla (o follo), pueden pasar tranquilamente un par de semanas o un mes sin tener ganas de meterme algo por el culo. Me va como por temporadas, ahora por ejemplo llevo un par de días muy así, con ganas de que me lo follen o de follármelo yo con un buen pepino, el otro día me acabé cascando tres dedos dentro y me hice una paja del copón, e incluso mientras escribo noto como se me abre como una boca hambrienta, excitándose. Es seguro que hoy -mejor cuando estén todos en mi casa acostados- juguetee un poco (o un mucho mucho mucho ay....) con mi culo.

Aunque recuerdo perfectamente la primera vez que me corrí por el rabo, con once años, no me pasa igual con el culo, no recuerdo cuándo o por qué me dio por explorar con mis deditos de preadolescente por ahí, pero sé que era muy jovencito. Tenía además mis juguetes preferidos, supongo que como todos. Me metía zanahorias, que cogia de madrugada de la nevera y luego guardaba llenas de mierda en un cajón, envueltas en papel, hasta que podía tirarlas en la calle. Eran otros tiempos, era inexperto y aún no sabía vaciarme bien el culo antes de rellenármelo con algo.

Durante mucho tiempo uno de mis juguetes favoritos fue el desatascador del baño. Era de plástico y goma negros, y lo bastante grueso para mi virginal e inocente culito. Tenía catorce años en mi época de amor con el mango ése. Recuerdo que mis padres salían todos los viernes con un matrimonio amigo a cenar, día que aprovechaba yo para divertirme como el niño que era. Buscaba uno de esos canales cutres locales con porno de madrugada y me veía una película, cipote en mano. Como el desatascador hacía ventosa, lo falcaba en una silla y me ponía a horcajadas, metiéndome los cerca de 25 cm de plástico en todo el culo, bajando hasta el fondo con cuidado y subiendo otra vez. Arriba y abajo, arriba y abajo. jodiéndome el culo con lentitud y deleite. Recuerdo que cuando me conseguía sentar en la silla, empalado en mi juguete, me sorprendía que pudiera tragar tanto por ahí. Eran tiempos en los que no conocía bien lo que hacía, y temía hacerme daño. Pero me lo pasa bomba, me solía correr con chorros largos, manchando todo el suelo. Después, débil y jadeante, me iba levantando con las piernas temblando, con la sensación de estar cagando el desatascador. Siempre quedaba un poco de mierda alrededor, metida entre las estrías del condenado consolador que me improvisaba, así que lo lavaba bien con jabón hasta asegurarme de que no olía y lo dejaba en su sitio. De todas formas, tantas veces me autofollé con él que acabó estando visiblemente doblado. No creo que mis padres de todas formas sospecharan que su hijito, que no tenía casi pelos en las pelotas aún, se calzaba todo lo que pillaba por la casa.

Guardo especial recuerdo también de un rodillo de esos de amasar pizza, bastante bastante gordo. No vi a mi madre usarlo para cocinar jamás, así que jugaba con él sin remordimientos de conciencia. Era largo y gordo y de madera suave. Con el rodillo éste también tuve una buena época. Debía ser ya un poco mayor, 15 o 16 años. Lo metía entre el somier y el colchón, atado con cinta aislante, de manera que sobresalía aproximadamente un palmo por el borde de la cama. Cogía una leche de esas de protección solar y lo untaba bien, porque era tan gordo que me daba miedo, me ponía en suelo a cuatro patas y me iba moviendo hacia atrás, buscando la madera con mi ojete. Cuando lo tenía en la entrada y bien lubricado, cogía aire y empezaba a penetrarme, abierto de piernas en el suelo, jadeando y siendo follado por un consolador a mi medida, para mi buen culo tragón. Esto era una delicia, porque con el rodillo pasé de utilizar los dedos o la mano para mover lo que me metía a ser yo el que se movía sobre el palo, a ser yo el que se follaba. Me lo clavaba con fuerza, culeando como una zorra en la oscuridad de mi cuarto, a veces apoyando la cabeza contra el suelo, casi a rastras, mientras gemía susurrando cosas como "esto es el puto paraíso" "me cago en dios que gusto" "dios, mi culo, mi culo..." Jajajaja, aún me acuerdo cómo flipaba con el rodillo. Y es que para un niño de 15 añitos era casi como si se lo estuvieran follando. Me estaban follando con el culo abierto. Joder, todas las santas noches tomando por el culo a base de bien. Luego, cuando gracias a mis embistes hacia atrás, hincándomelo a más no poder, me corría por la polla mientras me la meneaba, me tumbaba con cuidado en la cama y me fumaba un merecido cigarro, con semen chorreándome las manos y oliendo a mierda y crema after-sun. Esa mezcla es un olor que aún recuerdo y que me pone muuuy caliente.

Con ese rodillo, además, tuve mi primera corrida de culo. Fue por la misma época, tal vez un poco después. Recuerdo que me lo metía en la ducha, escondido en la toalla cuando iba al baño a ducharme, y con el agua calentita cayéndome, por el cuerpo, levantaba una pierna para abrirme bien el agujero y me follaba con el rodillo. Sé que era después de comenzar a metérmelo a cuatro patas porque recuerdo que ya había perdido el miedo a su grosor. Me lubricaba bien y me percutía el culo como un poseso, prácticamente apuñalándome con el rodillo, follándome a una velocidad que mi mano tenía acostumbrada de hacerme pajas. Y un día, mirando al techo de la ducha con la baba cayéndome del gusto y tragando por el culo a golpes salvajes, sin estar tocándome el rabo para nada, me corrí.

Ohhhhh dios esa primera sensación de un orgasmo por el culo, y yo no podía parar de meterme el rodillo y empecé a clavármelo más rápido, moviéndolo a todos los lados, excitándome más la próstata mientras notaba el gustazo de una corrida pero en lugar de por toda la polla, empezando por el culo. Y del culo me pasó a los cojones, de los cojones a la polla y ahí se concentró en el capullo y medio inconsciente del gusto me agarré el rabo y aproveché los últimos estertores del orgasmo con fuerza, machacándomela para exprimir toda la lefa que pudiera sacar de mi joven polla. Aún recuerdo mi culito palpitando, y yo agachado en la ducha arropado por el agua caliente, jadeando y adormilado, maravillado y contento de haberme pegado una buena corrida por detrás.

5 comentarios:

  1. haber si pones más posts a menudo

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    1. El primer comentario de todo el blog! Que contento me puse cuando lo leí ehehehe bueno, intentaré actualizar más a menudo... espero que te guste la entrada de hoy ;)

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  2. A mí eso me pasó con un Senegalés, pero con condón, xD Es la polla más grande q he sentido, pero además era guapísimo y con el típico cuerpazo de negro... pero vamos, yo con esa tranca tuve pa una semana con la follada que me dió! xD Gracias por comentar en mi blog!

    besos!

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  3. Ay! Me he equivocado, este comentario iba en el del mulato canario! xD

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  4. ehehe bueno, yo lo leo igual :) lo del condón fue algo de lo que después, ya sereno, me arrepentí, pero aparte de eso guardo muuuuuy buen recuerdo, aún me hago pajas rememorando esa mañana... lástima que no me lo he vuelto a encontrar de fiesta... de todas formas, soy muy malo para las caras, pero mucho. No recuerdo cómo era y temo que si lo he visto por ahí no lo haya reconocido ehehehe...

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Venga, enlefanos un poco...